Dos religiones, dos Estados y un territorio

El pueblo judío reclama sobre Israel un territorio que les pertenece como legado de Dios. Los palestinos exigen su parte adjudicando que habitan el suelo desde hace siglos. Conforme pasa el tiempo, el acuerdo entre ambos países parece cada vez más lejano, y de ambos lados las decisiones para recuperar lo que les pertenece se vuelven más nocivas para el otro.
En 2002, el Gobierno israelí comenzó a construir en los territorios ocupados de Cisjordania un muro, o barrera de seguridad, de acuerdo con la denominación que le da el pueblo judío. Esta construcción se extiende aproximadamente en un 20 por ciento a lo largo de la Línea Verde, es decir, la frontera internacional que reconoce la ONU a partir de 1967 para delimitar el Estado de Israel, y el 80 por ciento restante en territorio cisjordano, en el que se adentra en ciertos tramos hasta 22 kilómetros.
Pese a que la Corte Suprema Internacional de La Haya declaró ilegal la construcción, esta medianera sigue en pie. “Hay que entender que Israel ha sido condenado por los organismos internacionales de forma indiscriminada, no solo por la ONU. Cosas que suceden en Israel son reprochadas y en otros países no”, justificó Rodrigo Remenik, enviado de Israel para el movimiento juvenil educativo Hashomer Hatzair.
Los datos son concretos. Esta construcción es un sistema de vallas y alambradas a lo largo del 90 por ciento de su trazado, y el 10 por ciento restante consiste en un muro de hormigón prefabricado de hasta siete metros de altura. Este último sector está compuesto por una barrera con sensores electrónicos para controlar los intentos de infiltración, una zanja, una ruta para patrullaje y alambre de púas que marcan el perímetro
.Al respecto de la efectividad de esta gran pared aparecen las disputas. El Gobierno israelí y aquellos que defienden sus medidas, sostienen que la barrera es un medio de defensa ante el terrorismo palestino. Otro argumento a favor de esta medida es lo que Israel sostiene que le corresponde como propio, que no sería lo que se dictaminó en los acuerdos de Oslo. “Hay que tener en cuenta que no existe una clara frontera reconocida internacionalmente. Existe una línea de junio de 97 pero como no hay un Estado palestino soberano e independiente, algunas personas afirman que la muralla intenta edificar una frontera entre el Estado de Israel y Palestina. Por eso es tan importante para la población judía presionar para que continúe existiendo”, explicó Raanan Rein, vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv.
Sin embargo, son varios los organismos internacionales que repudian la muralla. Amnistía Internacional es uno de ellos. “El muro/valla está causando y causará un daño grave a largo plazo en la vida de los palestinos ya que mina su posibilidad de habitar docenas de pueblos y comunidades, lo que supone un grave deterioro de sus derechos humanos”, acusó. Además, tanto la Cruz Roja como Humans Right Watch y UNICEF concuerdan en que esta separación no es propicia para la creación de un Estado árabe palestino viable y que establece dudas sobre su continuidad territorial. Asimismo, sostienen que el derecho de Israel a defenderse debe ser compatible con el derecho a una vida digna de la población palestina. Dos posiciones, dos Estados que exigen su continuidad y un conflicto que por ahora, parece que no va a derribar las diferencias.

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